Robin Williams: Una versátil trayectoria

NUEVA YORK.- La pregunta de un admirador en una entrevista en la red de radio satelital Sirius XM el año pasado fue inocente: ¿Qué piensa que usted sería si no se hubiera dedicado a la comedia?
En segundos Robin Williams se hizo pasar por el físico Stephen Hawking con una bailarina que le danzaba sobre las piernas en un club de desnudismo.
"¡No te sientes en el teclado!", dijo Williams, arrancando risas de unas pocas docenas de personas en un estudio de Manhattan.
¿Cómo fue que Williams llegó a la cumbre? Explicarlo demoraría dos veces más que el tiempo que necesitó. ¿Alguien más en el mundo ha logrado eso?
Para nada. Williams, quien aparentemente se suicidó el lunes, era una fuerza natural. El mundo lo conoció como el alienígena estrafalario de "Mork & Mindy", un comediante que elevó la improvisación a una forma de arte y también demostró una rara versatilidad en papeles más serios. Y recorrió sin baches la comedia y el drama durante una época brillante en Hollywood en los años 1980 y 1990. Su Oscar como artista de reparto en "Good Will Hunting" fue por un drama.
En 1997, la revisa Entertainment Weekly nombró a Williams el hombre vivo más cómico y al año siguiente lo consideró entre los 25 mejores actores de mundo, una doble distinción que lo convirtió en algo poco común.
Williams tocó a todas las generaciones y grupos, desde su debut como cómico en los años 1970 con Steve Martin, John Belushi, Dan Aykroyd y Billy Crystal. Y se destacó brillantemente en un momento en que la escena la dominaban dos escuelas de comedia -"Saturday Night Live" y Johnny Carson- y Williams se sentía igualmente cómodo en las dos.
Williams fue la voz del genio en "Aladdin" y un disc jockey hiperkinético "Good Morning Vietnam". En "Mrs. Doubtfire" hizo el papel de un papá que se disfrazaba de mujer para ver a sus hijos, y en "Birdcage" hizo el papel de un gay. Fue maestro de inglés en "Dead Poets Society", científico en "Awakenings" y prisionero de guerra en "Jakob the Liar". En "The Angriest Man in Brooklyn", película independiente de este año, Williams hizo el papel de un hombre a quien le dijeron por error que le quedaba una hora y media de vida.
Pero fue en el escenario, frente a las luces, donde Williams brilló con más intensidad. Las improvisaciones, las tangentes y las imitaciones eran como un torrente dirigido a la audiencia. Era como cocaína escénica, una droga de la que abusó en la vida real, y que, naturalmente, formaba parte de su comedia.
"La cocaína es la forma en que Dios te dice que estás ganando demasiado dinero", solía decir.
Como muchos comediantes, Williams parecía impulsado por sus demonios. Tuvo una vida personal complicada, sufrió de depresión y recibió tratamiento por adicciones, más recientemente este mismo verano.
A final de cuentas, Williams tenía necesidades que nadie pudo satisfacer. Los millones de personas a quienes hizo reír durante cuatro décadas en la conciencia popular no fueron suficientes.
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