Con doble seguro y hasta con candado los habitantes de Tixtla, en Guerrero, cierran las puertas de sus casas o sus negocios y lo hacen a más tardar a las nueve de la noche, para dar cumplimiento a un nuevo toque de queda que rige en todo el municipio.
La medida es en respuesta ante el aumento en las últimas semanas de la violencia que, en tan solo seis días, dejó 11 personas asesinadas. Cuatro de ellas abandonadas en bolsas y otros seis reportados como desaparecidos.
La línea es además aceptada y compartida por las autoridades locales. “Que pues ya no anden muy noche fuera de sus casa en las calles, sobre todo por esa seguridad que no se tiene ahorita”, dijo Raúl Vega Castillo, el alcalde de Tixtla.
También los pobladores toman sus precauciones porque con capuchas y armas listas los hombres se turnan para ciudar a sus familias. Ellos recorren las calles junto a las patrullas, mientras que dentro las casas la orden es no abrir la puerta a menos que tengan una emergencia.
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El alcalde asegura que ha pedido ayuda al gobierno federal pues según él han sido superados por el crímen. Precisamente este martes al tomar posesión, el nuevo gobernador de Guerrero reconoció que hay muchos problemas en el estado y pidió ayuda a la federación para poder solventarlos.
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