De Honduras a SA, huyendo de las maras

De Honduras a SA, huyendo de las maras

SAN ANTONIO –Los hermanos Cristo y Elián, de 15 y 12 años respectivamente, estaban hace pocos meses en el punto de mira de las pandillas hondureñas, que pretendían reclutarlos, motivo por el que sus padres optaron por poner rumbo a Estados Unidos sin sospechar que sería el fin de la familia.

Querían empezar de nuevo en Charlotte (Carolina del Norte), donde ya vive el hermano de Eliud Echeverria, la mamá de Cristo y Elián, pero el viaje fue un calvario y la llegada a Estados Unidos una odisea.

Esta mujer de 44 años relató, en una entrevista con Efe, la travesía desde que salieron del departamento hondureño de Santa Bárbara en abril hasta que cruzaron a Texas, un viaje en el que les robaron, los secuestraron dos veces y finalmente los detuvieron.

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La primera retención fue en Monterrey (México) y la segunda en la fronteriza Reynosa: "Un señor nos dijo que nos iba a ayudar pero fue peor, él nos llevó a su casa y ahí tenía a mucha gente. Nos dijo que teníamos que darle $2,000 para que nos cruzara. Estuvimos ahí 15 días porque no completábamos el dinero", explicó Echeverria.

Una vez en Texas, vagaron durante cinco horas por el desierto, un cementerio para inmigrantes sedientos e insolados, hasta que un agente los encontró, les dio agua y los entregó a las autoridades migratorias.

Pasaron por los calabozos de la Patrulla Fronteriza en la ciudad de McAllen, conocidos por los inmigrantes como "la hielera" por la fría climatización, y posteriormente por un recinto del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) construido con alambres al que llaman "la perrera".

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"Allí -en "la perrera"- nos dieron unos burritos calientes y unas cajitas de leche, pero uno siempre se siente intimidado. El castigo que le dan a uno es humillarlo e intimidarlo para que firme la deportación. Nosotros venimos huyendo de la delincuencia y no esperamos ese maltrato", explicó la mujer.

Después, a ella y a sus dos hijos los encerraron en el centro de detención para familias inmigrantes de Karnes City, mientras que a su marido, Nelson, en una cárcel para indocumentados en Port Isabel, ambas instalaciones del ICE en la sureña Texas.

Mientras Echeverria trabajaba de encargada de mantenimiento del comedor de Karnes City a cambio de un dólar la hora, dinero con el que compraba sopas y otros alimentos para Cristo y Elián, su marido estaba encerrado y aislado "en un cuarto oscuro y frío" en Port Isabel porque le diagnosticaron "la enfermedad de los pulmones", dijo en referencia a la tuberculosis.

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Finalmente, lo deportaron: "Con el trauma que él pasó ya no tiene idea de regresar. Se puede decir que estamos separados, ellos separaron a nuestra familia", dijo la hondureña, quien, sin embargo, se mostró "aliviada" por haber apartado a sus hijos de las pandillas.

En Santa Bárbara, la Mara Salvatrucha y la Mara 18 querían reclutar a Cristo y a Elián, aseguró: "Mis hijos están en las edades que tienen que entrar forzosamente a las maras, a mis hijos me los pedían pero yo accedí a pagarles un dinero a las dos maras que los querían para que no me los quitaran".
"En dos años y dos meses terminamos", dijo Echeverria al relatar como la familia quedó arruinada después de vender la mayoría de sus propiedades para hacer frente a los pagos con las pandillas.

En Honduras quedaron otros dos hijos del matrimonio: la mayor, Yuri, de 22 años, y Nelson, de 19.
Tras dos meses y medio en Karnes City, el pasado 21 de julio Echeverria y sus dos hijos fueron liberados. A ella, como a decenas de mujeres, le pusieron un localizador electrónico en el tobillo, cuestionado por los abogados y considerado por muchos como "humillante".

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Ahora, esta familia con ausencia del padre está en un albergue de la organización Raíces en San Antonio (Texas) conocido como La Casa y al que muchas de las madres con hijos acuden a diario tras recobrar la libertad.

Echeverria quiere seguir con sus planes iniciales y viajar a Charlotte con Cristo y Elián, pero está buscando cómo sufragar los pasajes que inicialmente su hermano se había comprometido a pagar.
"Mi hermano nos tenía que ayudar con algo de dinero, pero él se mandó a traer a su hijo de Honduras y lo secuestraron. Primero Los Zetas, que le quitaron 1,000 dólares, y después el Cartel del Golfo, que le cobraron 3,500", dijo.

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