¿Qué aporta un tamal gigante al Día de Muertos?

El pib, un tamal gigante, se prepara en Yucatán desde tiempos ancestrales.

Mérida, Yucatán.- La tradición de la cocina maya destacó en el primer Festival del Pib con un centenar de mesas repletas de tamales gigantes para celebrar el ancestral ritual del Hanal Pixán, o comida de ánimas, con el que los yucatecos  comienzan los festejos por el Día de Muertos.

Según la tradición, con el pib las ánimas que reposan en los cementerios de la zona, salen de sus sepulcros a degustar un pedazo del manjar que disfrutaron en vida y que ahora los trae de vuelta para reencontrarse con sus familiares y la cultura e identidad que mantienen en el "Xibalbá" (mundo de los muertos).

A una temperatura cercana a los 40 grados celsius (140 F), recibieron en la jornada gastronómica a miles de personas que llegaron en búsqueda del manjar que "sólo sabe bien" si es comido en esta época.

Al celebrarse el I Festival del Pib, comunidades y restaurantes de todo el suroriental estado de Yucatán aceptaron el reto de traer sus recetas al barrio bravo de San Sebastián.

Los cocineros del oriental municipio de Valladolid subrayaron su herencia como hijos del chef Jorge Medina, reconocido cocinero de la región oriental de Yucatán.

En tanto, el rancho Las Veletas exhibía su estirpe española con fotografías de caballos de doma y de su hacienda desde donde trajeron los pibes, unos tamales también conocidos como mucbilpollos, con y sin xpelón (frijol blanco).

Con 80 pesos (unos $4.2) podía comprarse una generosa porción y por 600 pesos ($30.1) la pieza entera de casi 1.5 kilos (3.3 libras).

El tamal, cubierto por hojas de plátano, con una costra de maíz crujiente en cuyo interior la carne de puerco o pollo, o una mezcla de ambas, con tomate, cebolla, "kool" (una especie de salsa espesa de tomate y achiote), estaban en su punto para el desayuno.

En un fin de semana de fiesta, los meridanos y cientos de turistas se adelantaron al caluroso día y en el desayuno arrasaron con las reservas de pibes, platillo que completaron con las mesas de postre repletas de mazapanes, helados y bebidas como la horchata y la chaya.

La oferta gastronómica incluía, además, los atemporales panuchos y salbutes de cochinita pibil, de pavo y relleno negro, kibis (carne con trigo frita) curros y hasta crepas.

Juntos en un trayecto que iniciaron desde hace tres años en Canadá, los esposos daneses Niels y Ranveg Clemmensen llegaron al festival y no se fueron sin su "trozo de pib".

"Estamos viajando desde hace tres años, comenzamos por Canadá y Estados Unidos y ahora estamos muy contentos de estar en un país como México y ver todas estas tradiciones; su comida no es común para nosotros, pero es muy deliciosa; nos ha gustado", comentó Niels.

Protagonista de esta feria, que alcanzó el estatus de romería, la cocinera Silvia Peraza Ruiz señaló que la inversión en cada uno de estos tamales es de unos 500 pesos mexicanos, es decir unos $25.80.

Si se elaboran de manera artesanal, se deben hornear con leña, piedras y hojas bajo el suelo sólo es posible para pocas piezas, lo que dificulta elaborar grandes cantidades, señaló.

A su vez, uno de los referentes del béisbol mexicano en lo que va del siglo XXI, Héctor Castañeda, presentó su puesto de "pibes", los cuales ha aprendido a cocinar desde hace muchos años cuando fue contratado por los Leones de Yucatán.

Los comentarios sobre los "pibes" fueron mayoritariamente positivos, aunque hubo quien se quejó por la venta de pocas unidades de los tamales de Castakán, carne de cerdo que va pegada a la piel del animal y que si bien es grasosa, tiene un sabor salado, delicioso para muchos, incluso para aquellos que cuidan su salud.

"Para qué quiere con Castakán señor, además de costarle más dinero, se le va a ir directo a las coronarias", dijo sonriente uno de los vendedores, haciendo gala del a menudo negro humor yucateco.

El festival, eminentemente gastronómico, ofreció, también una muestra de la cultura fúnebre de Yucatán, con decenas de mestizas y "uinics", mujeres y hombres que a la usanza indígena y con rostros pintados de calaveras paseaban y bailaban en el improvisado mercado.

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