COPENHAGUE - Test masivos, rastreo y aislamiento han permitido a Islandia contener la pandemia de COVID-19 como pocos países en Europa, al punto que la próxima semana empezará a levantar las medidas restrictivas implantadas en marzo.
Más del 90 % de los 1,797 infectados se han recuperado en este país nórdico, donde durante tres semanas seguidas el número de curados supera al de contagiados, la tasa de mortalidad es una de las más bajas de Europa (2.83 por 100,000 personas) y ha habido diez muertos, el último el día 19.
En los hospitales islandeses solo quedan seis personas ingresadas por la COVID-19, ninguna en cuidados intensivos desde hace cuatro días, y en la última semana apenas se han registrado nuevos casos, con varios días sin positivos.
"Ningún nuevo infectado ayer. Es la primera vez que esto ocurre desde el comienzo de la pandemia en Islandia. Un hito importante en la lucha contra la COVID, en la que hemos seguido las recomendaciones de la OMS", escribía en la red social Twitter el día 24 la primera ministra, Katrin Jakobsdóttir.
Nadie ha realizado en proporción más pruebas de la COVID-19 que Islandia (13.4 % de la población del país, con unos 360,000 habitantes), que empezó a hacerlo a principios de febrero, casi un mes antes de detectar el primer positivo en el país.
Primero hicieron test a quienes volvían de zonas de alto riesgo; luego, con la ayuda de la compañía islandesa deCODE (líder mundial en análisis de genoma humano), se hicieron dos estudios más, uno con voluntarios y otro con personas seleccionadas al azar, que han permitido conocer mejor el virus y su expansión.
La investigación de expertos de deCODE, la Dirección de Salud y el Hospital Nacional Universitario (Landspitali) revela por ejemplo el alto número de portadores asintomáticos y la menor susceptibilidad de niños y mujeres a un virus del que se encontraron 291 mutaciones propias tras secuenciarlo.
Junto al elevado número de test, los otros dos pilares de la estrategia islandesa han sido el rastreo de contactos de los infectados y el aislamiento de los enfermos y sospechosos de portar el virus, lo que ha contenido el contagio en la sociedad.
Los pacientes reciben llamadas telefónicas casi cada día y pueden anotar sus síntomas a través de una aplicación, lo que ha permitido una monitorización estrecha de los casos, explica a Efe Martin Ingi Sigurðsson, jefe de cuidados intensivos en el Landspitali de Reikiavik.
Martin Ingi es uno de los autores de un estudio prospectivo, pendiente de revisión, realizado por expertos del Landspitali y del hospital de Akureyri (norte) sobre las unidades de cuidados intensivos (UCI) islandesas en relación a la COVID-19, con resultados muy positivos.
Solo el 1.5 % de los infectados han necesitado cuidados intensivos, frente al 5-10 % registrado en Lombardía y China al inicio de la pandemia; y menos del 15 % de esos pacientes han muerto, cuando en países como Italia, China y Reino Unido el porcentaje oscilaba entre el 50 y el 90 %.
"Lo hicimos bastante bien guiando y dando recomendaciones sobre qué individuos necesitaban cuidados intensivos, eso hizo que mejorasen los resultados. Fue muy útil que no hubiese un gran retraso entre el momento en que necesitaban esos cuidados y el momento en que los recibieron", afirma en conversación telefónica.
La estrategia adoptada, la rapidez en actuar y las experiencias de otros países que iban por delante en la epidemia, hicieron que Islandia "nunca experimentase situaciones caóticas, los infectados pudieron ser tratados de forma casi inmediata".
La condición de isla-estado de Islandia, con un único gran aeropuerto internacional y la densidad de población más baja de Europa (360,000 habitantes en 100,000 kilómetros cuadrados) juegan también un papel en el éxito de la estrategia.
"Islandia es un país pequeño, la gente sigue las reglas, confía en las autoridades, eso lo hace todo mucho más fácil", asegura Martin Ingi, que cree que la estrategia islandesa -que según un sondeo reciente el 96 % de la población cree acertada- es "ampliable" y puede servir de ejemplo a países más grandes.
REAPERTURA GRADUAL
Avalada por las buenas cifras, Islandia inicia este lunes una primera fase de reapertura: guarderías y escuelas funcionarán de nuevo con total normalidad tras hacerlo al 50 % de su capacidad; institutos y universidades lo harán con restricciones y abrirán peluquerías y salones de belleza.
Se aumentará de 20 a 50 personas el número de personas que pueden juntarse y se permitirá con restricciones el deporte en espacios exteriores para niños y adultos, pero sigue vigente la regla de mantener dos metros de distancia y piscinas, gimnasios, bares y restaurantes permanecerán cerrados.
"Debemos estar alerta los próximos meses para prevenir una segunda y más extensa oleada", declaró esta semana el epidemiólogo jefe de la Dirección de Salud, Þórólfur Guðnason, quien advirtió contra la "falsa seguridad" de los pocos positivos registrados los últimos días.
Los expertos asumen que la reapertura provocará un aumento de los contagios, pero Martin Ingi espera que con el seguimiento y el aislamiento sea suficiente para impedir un recrudecimiento de la epidemia.
AYUDA A EMPRESAS Y TRABAJADORES
La crisis del coronavirus ha golpeado con especial dureza la economía de Islandia, un país que tiene en el turismo una de sus principales fuentes de ingreso y cuyo Gobierno ha lanzado hasta tres paquetes de ayuda a empresas y trabajadores.
El paro se situó en marzo en un histórico 9.2 % -una décima más que el máximo durante la crisis de 2008 y el doble que el mes anterior-, pero la Dirección de Trabajo cuenta con otro incremento significativo en abril.
Islandia, que forma parte del Espacio Económico Europeo (EEE), se ha unido a la prohibición de entrada al país de ciudadanos no comunitarios y ha establecido hasta mediados de mayo una cuarentena obligatoria de 14 días para viajeros extranjeros, aunque no parece que la medida vaya a tener mucha aplicación.
Durante el fin de semana de Pascua llegaron al aeropuerto internacional de Keflavik 99 pasajeros; un año atrás, 84,000.